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Es importante recordar que a principios de la década del 70, Nicaragua al igual que el resto de países de Centroamérica disfrutaban de un período de crecimiento industrial, comercial y de servicios en general, como consecuencia del proceso de integración económica que se venía impulsado desde 1960. Los índices macroeconómicos son positivos, no obstante la distribución del ingreso sigue siendo enormemente desigual, lo que hace que esa bonanza económica no se traduzca en una reducción sustantiva de la pobreza.
El año del terremoto se recuerda por el invierno irregular, por las pocas lluvias, el calor intenso, calificado por los especialistas como período de sequía. Esa especial situación climática afectó sobremanera a la producción agrícola de consumo básico. No obstante, como consecuencia de una mejor infraestructura tecnológica para enfrentar los fenómenos naturales, los productos de exportación, como el algodón, el café, la producción ganadera y sus derivados, así como el azúcar, no sufren daños, al contrario, en comparación con el año anterior, se observa un crecimiento en volúmenes y valores (Lainez 1977: 98).
A principios de la década del 70, más del 50 % del PIB de Nicaragua prevenía del sector terciario, comercio, servicio. La mayor parte de los centros que generaban esos ingresos, estaban concentrados en Managua, razón por la cual el terremoto al afectar la infraestructura de la ciudad, provoca una crisis de grandes proporciones a nivel nacional en la economía y en general en la vida cotidiana de la gente (Ibíd).
El terremoto afectó el 95% de los pequeños y medianos talleres y fábricas de Managua. El 80% de la producción industrial se concentraba en la capital, 11 importantes fábricas resultan con daños serios, lo que representaba un 10% de la capacidad industrial de la capital. El 60% de la actividad comercial estaba concentrada en Managua, siendo afectada el 90% de ella con daños severos. Como consecuencia de esa situación, para el año fiscal de 1973, el fisco deja de recaudar 38.6 millones de dólares (Tünnermann, 1973).
La infraestructura estatal también sufre serios daños, por lo que la gestión gubernamental se ve afectada en su funcionamiento administrativo. El desempleo en Managua, afecta al 57% de la Población Económicamente Activa. En términos absolutos representa 51,700 hogares, y una población estimada de 241,000 personas. Según una investigación del INCAE de ese período, las pérdidas totales en el sistema productivo ronda los 844.8 millones de dólares (Ibíd).
La Cámara de Comercio afirmaba que en los seis meses siguientes de la catástrofe dejaron de percibir un 30 por ciento en concepto de inscripciones de comerciantes. Esa situación se normalizaría hasta mediados del año de 1974. Por otro lado, el pronto restablecimiento del sistema financiero, el ingreso de capital a través de préstamos internacionales, y la devaluación del córdoba, reactiva la economía, en especial en sectores como el comercio y la construcción.